domingo, 18 de abril de 2010

Una hormiga va y viene por el cable telefónico que pasa sobre la medianera de mi infancia...

Siempre me gustó escribir pequeños recuerdos de mi pequeña vida

domingo, 4 de abril de 2010

Cosas de porteños

Sobre los ascensores

Los ascensores son subterráneos verticales. Que se llama así para darse importancia. Porque también son descensores. Pero lo ocultan pudorosamente. Muchos tienen un cable que llevan como la cuerda de ahorcado de los "Burgueses de Calais" de Rodin. Se entra a en ellos con un poco de miedo. Porque los ascensores son bromistas. Y se detienen. Entre dos pisos. A veces. Convirtiéndose automáticamente en prisiones. En féretros. Porque lo que menos pensamos es en morir entre dos pisos. Por asfixia psicológica. O claustrofobia. Que le dicen. El propietario del edificio se precave. (los propietarios son precavidos. Siempre.) y ponen un cartel que dice: "Habiendo escalera la casa no se responsabiliza por los posibles accidentes en los ascensores" Poniendo en el alma la sombra de un peligro potencial. Y posible. Y entramos al ascensor con ganas de persignarnos. No hay nada más absurdo que un ascensor sin espejos. Y nada más agradable que el ascensor que conserva el perfume de una pasajera anterior. Que nos imaginamos vaporosa. Y voluptuosa. Y así hay ascensores que nos hacen soñar. Las escaleras rodantes son ascensores con peldaños fragmentados. Y tienen fragmentarios. Que nos imponen una sensación de inestabilidad. Hay que saber bajar a tiempo. Lo que no es fácil. Y siempre nos queda en el cuerpo la sensación de una aventura cinética. Subir solo en ascensor causa una infantil sensación de poderío. Pero siempre hay alguno que nos roba la soledad. Yo les tengo compasión a los ascensoristas. Y las ascensoristas que suben y bajan todo el día. Llevando gente. Cuyo destino o pueden comprobar. Y sin embargo son compañeros de ruta. Y de derrota.

Piolín de Macramé

Una de las razones por las que me alegro de haberme acostumbrado desde chiquita a leer el diario "La Nación", me encantaban estas columnitas de Florencio Escardó, no solo las leía con avidez sino que también como en este caso las recortaba y conservaba.